27/12/10

¿Somos nosotros nuestros peores enemigos?

En alguna ocasión he comentado, a propósito de las cuentas de la Seguridad Social, que somos nosotros mismos los principales responsables del convencimiento de la insostenibilidad del sistema y, por tanto, los principales responsables del triunfo de la campaña desatada por la banca y el mundo financiero para, por un lado meter la cuchara para “rescatar” un sistema que actualmente goza de una salud inmejorable (este año, pese al descenso del número de afiliados y el aumento de las prestaciones, a 30 noviembre, tiene un superávit de 11.100.000.000 €,), y por otro, para reducir la cuantía de las pensiones y aumentar la edad de jubilación y, más aún, desmantelar el llamado “estado de bienestar” que no es otra cosa que la suma de los derechos alcanzados por la “ciudadanía de a pié” tras mucho pelearlos.


 
Que la banca, las aseguradoras y los buitres de “los mercados” quieran apropiarse de dicho pastel, es lógico y razonable, lo llevan escrito es sus genes (Estatutos sociales).
Lo que ya me parece menos razonable, realmente me parece estúpido, es que seamos las propias víctimas quienes, por nuestra pereza intelectual y la costumbre de apuntarnos a lo que dice la mayoría, les hagamos de altavoz y vayamos convenciéndonos los unos a los otros, de que semejante expolio (en mi opinión no es otra cosa) resulta “inevitable”, e Incluso “conveniente” para garantizar la supervivencia del sistema.
Quizá influya en ello el hecho de que, prácticamente todos nosotros, entre los que me incluyo, tenemos mala conciencia por la mala costumbre de vivir  por encima de nuestras posibilidades (créditos para viajes, compras realmente innecesarias e inútiles, gastos para aparentar o competir con el vecino, . . .), pero curiosamente, aunque ciertamente tengamos unas pautas de consumo bastante absurdas y debiéramos meditar cambiarlas por otras más razonables, no es cierto que vivamos por encima de nuestras posibilidades, sino que, cada vez más, el incremento de la riqueza se concentra de un modo obsceno en menos manos.
Y así, día tras día, nosotros mismos, vamos publicitando el fin del estado de bienestar o de la Seguridad Social y los derechos ciudadanos básicos (educación, sanidad, trabajo, vivienda) como si fueran un exceso insostenible. Y, de seguir así, dentro de poco seremos nosotros mismos los que pidamos a gritos su liquidación para salvar “el sistema”.
¿Qué sistema, si lo destruimos?
Si lo meditamos un poco más llegaremos a la conclusión de que, por falta de capacidad crítica (derivada de nuestra vagancia mental), estamos contribuyendo a convertir lo que no es más que una trampa de cazador en un “refugio” en el que, cuando entremos, veremos que “caímos en la boca del lobo”.
Porque una vez desmantelado o jibarizado el “estado de bienestar”, resultará muy difícil recomponerlo y, en todo caso, tendremos que indemnizar por ello a los ladrones que, con nuestra desinformación y nuestro aplauso, se lo apropiaron.
El asunto es tan grave que merece la pena dedicar algún minuto a “entenderlo” y, después, que cada cual opine como crea conveniente.
Por eso te invito a leer este artículo de Vicenç Navarro.

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