Hoy
me desperté optimista.
Soy
consciente de que el embolado de ayer, por mucho que lo disfracen, no deja de
ser una nueva cuchillada que nos propinan.
También
soy consciente de que, aunque quizá podría haber sido peor, tenemos todas las
papeletas para tener que hacernos personalmente cargo de la “derrama” (2.222
Euros per cápita, hombres, mujeres, niños, ancianos, clérigos y militares
incluidos), cuando los bancos se demuestren impotentes para devolver los
dineros.
Y, también,
soy consciente de que, por mucho que nos cuenten, el “artificio” afecta la calidad
de nuestra Deuda Pública (más cantidad en circulación) y al Déficit Público
(4.000 millones de Euros anuales de intereses).
Bueno:
Pues pese a ello, tal y como digo en el enunciado, “no está tan mal el panorama”
Me
explico:
Es
tal el tamaño y la cutrez de la chapuza perpetrada que tiene todas las
posibilidades de descarrilar antes de empezar a andar.
Con
un poco de suerte no vamos a tener que devolver los famosos 100.000 millones,
porque ni siquiera nos los van a dar.
El
viernes pasado, con las elecciones francesas en vísperas y, mucho peor aún, las
elecciones griegas a una semana vista, había que vestir al santo como fuera;
porque resultaba demasiado arriesgado que el Reino de España diera un traspié y,
al final, los griegos llegaran a la conclusión de que Europa tiene menos
porvenir que un espía sordo y, puestos a salir en estampida, mejor ser los
primeros.
Para
conjurar este riesgo, el prestigioso y solvente FMI (que tiene en su currículum
el record de que ni un solo país que los han pasado por su mano ha sobrevivido),
aligeró los trámites y, en tan sólo 24 horas, tuvo listo el sesudo estudio que
estaba realizando sobre las necesidades de capital de la banca española (con
previsión de concluirlo a finales de junio) y, ¡oh maravilla!, a las 18:00 de
la tarde del viernes ya estaba impreso y publicado.
Y,
a continuación se cursaron instrucciones (supongo) a D. Mariano Rajoy para que saliera
al escenario y representara su papel.
El
problema con el gallego es que, por un lado es persona de tiempos largos; y,
por otro, como tonto no es, sabía de sobra que, si el carro se atascaba, tenían
más que perder los bancos alemanes y
europeos y sus voceros gubernamentales, que el Gobierno de España (es decir, Él)
que si aceptaba el trágala sin algo de edulcorante, tenía muchas posibilidades
de tener que programar una próxima mudanza (de domicilio).
Así
que, de pillo a pillo, Europa nos anticipa buenas palabras (pero de momento
nada de dinero) y el Gobierno hace ver que nos acaba de tocar la lotería.
Todo ello con la
esperanza de que los griegos, a los que seguramente consideran subnormales,
lleguen a la conclusión de que, a partir de ahora, la madrastra Europa se ha
vuelto cariñosa y cuidará amorosamente de sus hijos.
Se
trata de mantener la ficción tan sólo una semana.
Por
eso me desperté optimista.
Pase
lo que pase con la prima de riesgo (y la cuñada de Rodrigo Rato), y gane quien
gane la elecciones en Grecia, la Troika y toda su Santa Compaña, no tendrán más
remedio que aflojar las correas de la bolsa.
Y
eso (por llevar la contraria) lo considero una mala noticia.
Porque todavía habrá algún ingenuo que se piense con “eso” se arregla el desaguisado.
Porque todavía habrá algún ingenuo que se piense con “eso” se arregla el desaguisado.
Y
no.
Es tal el tamaño del agujero y la mentira que nos cuentan y el nivel de descrédito en el que se están sumiendo, que “la debacle” empieza a ser irreversible.
Es tal el tamaño del agujero y la mentira que nos cuentan y el nivel de descrédito en el que se están sumiendo, que “la debacle” empieza a ser irreversible.
Y
de ahí mi optimismo.
Y
que conste que no soy de los que piensan que “cuanto peor, mejor”.
Simplemente
es que opino que por el camino que vamos, no sólo no llegaremos a parte alguna,
sino que cuanto más avancemos en esa dirección más tiempo y mayor esfuerzo nos
costará volver al sentido común.
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