Ese
es un paso previo a poder llamar a las cosas por su nombre.
En
los inicios del 15-M se suscitaron numerosas y acaloradas discusiones sobre si “el
movimiento” debía definirse como Anticapitalista. Y fuimos muchos los que
opinamos que esa etiqueta sólo serviría para excluir, no sólo a quienes no lo
eran, sino, sobre todo, a muchas personas que, sin saberlo, es muy probable que
si les daba por razonar, no estarían tan seguros de no serlo.
Hoy,
a la vista de los acontecimientos, es más que probable que muchos ya lo tengan
más claro. De hecho, entre mis allegados, tengo censada una buena media docena.
Cuento
todo esto con la pretensión de invitar a la lectura de esta reflexión del
riojano y diputado por Málaga Alberto Garzón Espinosa titulada “La crisis del
capitalismo”
(Alberto Garzón, Attac 8-VI-2012) que no es muy larga y sí muy didáctica.
Aunque
de hecho el sistema capitalista es en estos momentos una bestia moribunda (por
sus propios excesos y su propia genética) que ha estado a punto de morir “de éxito”,
queda aún un largo trecho hasta que la humanidad pueda enterrar definitivamente
sus restos.
Por
eso conviene tener claro “quien es” y no andar tonteando a su alrededor.
No
sería la primera vez que un toro moribundo, ya en el suelo, le arreara una
cornada a algún incauto o curioso por arrimarse más de lo debido.
Y,
sobre todo: a cada cosa, su nombre.
Quien
mayormente nos está fastidiando la vida, es este sistema económico que tenemos.
Y
se llama Capitalismo.
Al
menos eso es lo que yo opino.
Saludos.
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