29/12/13

Los palos del sombrajo (madrileño)



En estos días en que casi todos nosotros terminamos, de un modo u otro, intentando hacer balance del año que se nos acaba, intuyo en muchos de mis amigos algo parecido a una sensación de melancolía (Sentimiento de tristeza sin causa definida).

Y la verdad es que a la vista de “la que está cayendo” la cosa no es para menos.
Estamos en un punto en el que una gran mayoría de los ciudadanos (y no me refiero a los “progres”, o los concienciados, sino a la gente corriente a quien todo –salvo sus asuntos personales- le importó siempre un carajo) ha llegado a la conclusión de que estamos en manos de una banda de sinvergüenzas que, aparte de obedecer órdenes de “afuera” (en contra de los intereses de nuestro país), se dedican, ya sin tapujos, al saqueo y pillaje de todo lo que siendo público (es decir de todos) puede venderse, privatizarse, o utilizarse en beneficio propio (de los que gobiernan).
Y lo malo del caso es que una gran mayoría, de esa gran mayoría, de ciudadanos han asumido la inevitabilidad de esa derrota.
Pues bien: Una vez más y sin que vaya a ser la última vez que me equivoque, voy a discrepar de ese “sentimiento”.
Al “poder” le está pasando lo que a las vigas de madera con la carcoma. Durante un largo tiempo presenta un saludable aspecto exterior que le permite aparentar una gran fortaleza y sin embargo está interiormente corroído y descompuesto.
En el caso de la madera el desastre se hace patente cuando comienzan a aparecer en la superficie agujeros por los que cae un fino polvillo (quera).
Y, a mi modo de ver, ese es exactamente el estado en el que se encuentran actualmente las “vigas maestras del poder”.
La carcoma que las está destruyendo tiene dos orígenes muy distintos:
Uno de ellos es la propia política de los poderosos (y sus amos internacionales) que han venido debilitando la estructura de “lo público” mediante su privatización (apropiación “legal”) o su mala administración (saqueo puro y duro).
Y el otro, es el desprestigio absoluto en el que han caído la gran mayoría de los responsables del gobierno de las distintas instituciones (Parlamentarios, ministros, jueces, alcaldes, funcionarios, . . .) y también una buena parte de colectivos profesionales (Banqueros, economistas, periodistas, . . .) cuyos oficios hoy día cargan con el estigma del servilismo y la venalidad cuando no, directamente, del latrocinio.
Bueno pues, para no extenderme más e intentar aportar un poco de optimismo (justificado), me remito a este balance que, sobre nuestra Comunidad de Madrid, publica hoy el, nada sospechoso de bolchevismo, diario el País.
A poco que escarbemos en el texto (y quien tenga tiempo, e interés, en sus enlaces) podremos vernos retratados (algunos literalmente) como actores en muchos de los episodios que se narran y que no son sino la carcoma del poder que antes mencionaba.
Debo añadir que cuando las vigas maestras de un edificio están carcomidas los desenlaces pueden ser únicamente dos: El “apeo” o el “colapso”.
El colapso se produce por sí solo cuando se deja pasar el tiempo sin hacer nada.
Y, además de costoso económicamente (y en nuestro caso socialmente), suele traer muy malas consecuencias pues implica la destrucción de todo el edificio.
El apeo es una técnica que consiste en retirar la viga inservible, tras haber colocado junto a ella una estructura paralela sólidamente apoyada en los muros o los pilares “sanos” y con capacidad suficiente como para soportar el peso del edificio (social  en este caso).
Descarto directamente una tercera técnica que es el “saneamiento de la viga” porque, en mi opinión, la podredumbre está tan avanzada y es tan consustancial con quienes ejercen el poder (El partido incompatible con la corrupción ha resultado ser un partido indisoluble de la corrupción) que ninguna operación de regeneración de esa misma viga resultaría fiable.
Pese al escepticismo (justificado) de muchos y las limitaciones reales del sistema, la maratón de citas electorales que se avecina, con citas en mayo de 2014 (europeas), marzo de 2015 (autonómicas y municipales) y noviembre de 2015 (generales, si no descarrila antes el convoy “popular”) es una oportunidad de empezar a ejercer nuevamente de “ciudadanos”.
Ejercicio que unos, por muy jóvenes (que nacieron comiendo caliente en lo tocante a derechos y libertades) no se molestaron en practicar y otros (los que ya vamos tirando para viejos) abandonamos a las primeras de cambio, para mirar nuestro propio ombligo y prosperar más que el vecino, convencidos de haber dado definitivamente la vuelta a la tortilla y haber dejado todo “desatado y bien desatado”.
Aunque sea tarde y a la defensiva, volvemos a tener la ocasión de practicar el debate público con perspectivas de producir cambios.
La campaña electoral  (y esperemos que, también, “intelectual”) para estas tres citas españolas y otras muchas en nuestros países vecinos empieza el próximo mes de enero.   
Saludos.

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