24/5/14

Elecciones Europeas XIII (mañana mismo) Reflexión en la jornada de reflexión



Nunca nada está decidido de antemano hasta que no ocurre.
Y eso vale también para los resultados electorales que empezaremos a conocer dentro de aproximadamente 30 horas.
En todo caso estas líneas no pretenden convencer a nadie.
Ni mucho menos apelar a la supuesta utilidad (o inutilidad) del voto a ninguno de los contendientes.
Probablemente escribo mirando mi propio ombligo.
Pero como casi todos tenemos ombligo y en general suelen funcionar de un modo similar, dejo aquí estas líneas por si algún ocioso no encuentra cosa mejor con la que matar el tiempo.

La primera de las reflexiones que me hago es la de la incapacidad colectiva de definir de un modo nítido las causas de nuestros males, pese a que más del 90 % de nosotros coincidimos en que las cosas no funcionan y se están cometiendo grandes injusticias, cuando no delitos sociales.
Y sin embargo, la cosa debiera resultar bastante sencilla, ya parece evidente que la raíz de todos ellos está en la política económica que se está aplicando.
Apuesto a que si nos preguntaran sobre si consideramos que la Política debe prevalecer  sobre la Economía, o la Economía sobre la Política, casi todos nosotros -salvo los más listos (formados en escuelas de negocios o beneficiarios de cargos y carguillos directivos)- responderíamos que la Política (no el politiqueo) debiera ser quien marcara las decisiones económicas y no al revés.
Y sin embargo, de algún modo nos han hecho creer que mientras la Política es un juego de intereses (en el peor sentido de la palabra) la Economía es una “ciencia” tan incontestable como la Ley de gravitación universal (Isaac Newton, 1687), pese a que, a poco que nos fijemos, hemos podido constatar que es una simple herramienta administrativa y de gestión (muy potente), que lo mismo sirve para mejorar, que para empeorar la vida de las gentes.
Y, mucho peor aún, si no somos ciegos (de los que no quieren ver) hemos podido comprobar que una buena parte de los "sumos socerdotes de la economía" no son más que una cuadrilla de depredadores, intelectuales “a la carta”, plumíferos a sueldo, estómagos agradecidos, arribistas, tiralevitas y los capataces de todos ellos que, por un sueldecillo (algo menos malo) o un halago, reniegan de su clase social y cual los “kapos” de los campos de concentración ejercen de perros guardianes de sus amos sin querer enterarse de que también ellos (o sus hijos), antes o después, terminarán en el horno crematorio.  
La segunda de las reflexiones tiene que ver con el tribalismo congénito que todos parecemos padecer (y me incluyo en el lote) que nos impide criticar a “los nuestros”.
Incluso cuando “los nuestros” no son realmente “los nuestros”, o con su comportamiento han dejado de serlo hace ya bastante tiempo.
El reconocimiento de esa desafección lo asumimos como una “derrota personal” y llegados a ese punto optamos, como el Conde Lozano (tras pegar una bofetada al anciano padre de El Cid) por “mantenella y no enmendalla” ("procure siempre acertalla el honrado y principal; pero si la acierta mal, defendella, y no enmendalla", Guillén de Castro, Mocedades del Cid, 1615).
Ese tribalismo es la garantía que tienen todos los partidos –de potencia proporcional a su número de electores- de que, lo hagan bien o mal, siempre pueden contar con el voto de quien bajo ningún concepto va a reconocer lo que considera “su error”, cuando más bien es el error (o la traición) de los dirigentes de su opción política.
Ese es el verdadero “suelo” electoral de los grandes partidos, Sobre todo los de la derecha y sus vecinos de centro-derecha que andan por ahí disfrazados de socialistas.
La tercera reflexión, y con ella termino para que no se nos junte la improbable lectura de este texto con el recuento de los votos, tiene un carácter aún más íntimo.
Me estoy refiriendo al desprecio implícito que mostramos la gran mayoría de nosotros a las reglas del sistema democrático.
Por un lado “presumimos” (o los más discretos, simplemente estamos convencidos) de ser personas racionales y comprometidas con la libertad, los derechos, la justicia y el logro del bien común.
Igualmente nos consideramos (empezando por un servidor) perfectamente formados e informados de lo que pasa en el mundo.
Y, finalmente, nos ofenderíamos si alguien pusiera en duda las dos anteriores afirmaciones.
Pues bien: A una gran mayoría de estos demócratas racionales, comprometidos, formados e informados, las jornadas electorales nos traen al fresco y, o bien nos coinciden con un viaje de fin de semana, o teníamos que ordenar el trastero, o visitar a su cuñada que está ingresada, o lavar el coche, o nos resulta imposible desatender a los niños el único día de la semana que podemos estar con ellos,  o . . . , o . . ., o . . ..
En suma: La jornada electoral y las elecciones nos importan un carajo; porque, que yo recuerde, casi nadie ha faltado a su boda, al entierro de su padre, o a cualquier asunto que verdaderamente le parezca importante, por razones como las que he descrito.
Por supuesto ese comportamiento (inconsciente, pero mucho más común de lo que parece y de lo que sería deseable) no nos restará maña ni un ápice de autoridad moral para dictaminar sobre unos resultados en los que en lugar de “intentar hacer”, “hemos dejado hacer”.
Saludos.    

 Recopilatorio Elecciones Europeas:
 

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