Hace
exactamente un par de días, mientras escuchaba la información del asesinato de
doce personas (trabajadores y dos policías) en las oficinas de la revista
Charly Hebdo, por parte de unos fanáticos descerebrados, recibí de mi santa
esposa una áspera reprimenda cuando, tras condenar (no recuerdo bien cómo)
dicha infamia, osé comentar que una parte de este fanatismo es financiado por
Arabia Saudí y alentado por la barbarie
de las guerras deliberadamente provocadas por “occidente” en los países de oriente
medio y el norte de África simplemente para seguir manteniendo la tensión en la
zona, frenar a Rusia e Irán y garantizar la impunidad del impresentable y
depredador gobierno israelí.
Me
vino a decir que, ante estas salvajadas, no puede uno andarse con matices ni
reflexiones colaterales.
Ayer
por la tarde, D. Isaac Rosa publicó en eldiario.es un lúcido y emotivo artículo
(Temblando
sobre el abismo) en el que, en cierto modo, venía a corroborar dicha
opinión.
Y
sentí una cierta vergüenza por pretender “razonar” ante los cuerpos aun
calientes de las víctimas.
Sin
embargo, pese a ello, me quedaba la comezón de pensar que si sólo nos limitamos a
“condenar” nos estamos condenando a ver repetida (antes o después) la misma
escena.
Y hoy, felizmente, otro
humorista y filósofo social (Casi todos lo son) ha venido desde las páginas de
Público.es a sacarme de dudas.
Quizá
mi hijos y la gente de su edad no recuerden cuando, en 1979,
el gobierno norteamericano, con el fin de meter el dedo en el ojo a una Unión Soviética de influencia menguante (Pero todavía determinante en el tablero político), "fabricó" (Financió, entrenó, armó, animó y justificó mediáticamente) unos imbéciles fanáticos (valga la redundancia) que inicialmente se dedicaron a atizar la guerra civil en Afganistán.
Afganistán
se había convertido (medio democráticamente) en un estado “socialista” (República
democrática de Afganistán) y había solicitado la ayuda del ejército
soviético para intentar contener a “esos” islamistas que con financiación de
Estados Unidos, Francia y otros países pretendían derrocar al gobierno y
posteriormente se revolvieron contra la mano que les daba de comer y se
adueñaron del país, dinamitando las gigantescas estatuas de buda y el más mínimo
resquicio de civilización y libertad (sobre
todo de las mujeres).
Y
probablemente, ni mis hijos, ni tampoco mucha gente de mi edad (Entre la que me
incluyo), sepamos a ciencia cierta cómo todo aquel embrollo (Y carnicería) se fue
enredando hasta llegar a la aparición de los “talibán” en la guerra que
enfrentó a Rusia (La URSS ya había desaparecido) con la república de Chechenia.
Esos
mismos descerebrados, capitaneados por un tal Osama Bin Laden a quien la CIA
había puesto en escena para tocar las narices a Rusia, fueron quienes el 11 de
septiembre de 2001 derribaron las torres gemelas de Nueva York.
Y
aquí lo dejo.
Me
limito (Tras condenar sin paliativos los asesinatos y cagarme en la madre que
parió al fanatismo) a sugerir que quizá, además de solidarizarnos con las
víctimas, sus familiares y sus amigos, debiéramos meditar si, como dice Alfons
López, no estamos siendo víctimas de los monstruos que nosotros mismos vamos
creando y alimentando.
Saludos.
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